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Foto del escritorGustavo Monforte

Reflexiones Sobre la Identidad Humana en el Mundo Natural




La percepción de nosotros mismos como seres superiores, centrados en el universo, es una fascinante peculiaridad humana. Nos hemos colocado en un pedestal, construido con los pilares del ego y la autoproclamada divinidad. Nuestras lenguas tejen narrativas donde somos los protagonistas indiscutibles de una obra cósmica, los titiriteros de la naturaleza, y no meramente una parte de ella.


Esta autodefinición distante es, en parte, una estrategia de supervivencia. Creer en nuestra singularidad nos ha impulsado a conquistar, a explorar, a crear. Pero este antropocentrismo tiene su costo. Al vernos como entidades separadas, y no como una continuación del mundo natural, justificamos la explotación de nuestros recursos y la subyugación de otras especies. Olvidamos que nuestro ADN nos ata íntimamente al reino animal, que no somos más que una rama en el extenso árbol de la vida.





¿Por qué nos resistimos a aceptar nuestro lugar en la naturaleza? Quizás porque enfrentar nuestra animalidad significa reconocer nuestra vulnerabilidad, nuestra mortalidad, y nuestra dependencia de un planeta que no podemos controlar. Significa admitir que, sin el aire fresco, el agua limpia, y la biodiversidad, no somos nada.


El desafío, entonces, es equilibrar nuestro asombroso ingenio y nuestra necesidad de significado con un sentido de humildad ecológica. Al aceptar que somos parte del ecosistema, que somos animales conscientes y pensantes, pero animales al fin, podríamos aprender a vivir de manera que no solo sobrevivamos, sino que también permitamos que el resto del mundo natural prospere junto a nosotros.

En lugar de ver la naturaleza como un recurso a explotar, podríamos considerarla un legado a proteger. En lugar de dioses a nuestra imagen y semejanza, podríamos buscar la divinidad en la interconexión de toda vida.





En este acto de humildad, tal vez descubramos nuestra verdadera grandeza: la capacidad de vivir no como dueños del mundo, sino como parte de él, cuidando de nuestro hogar compartido con la sabiduría que solo la especie que se autodenomina 'sabia' podría tener.





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